viernes, 8 de agosto de 2008

“Las pateras se organizan más por ‘cooperativas’ que por mafias”

La periodista Carla Fibla es coautora del audiolibro ‘Mi nombre es nadie’ sobre el periplo que viven los inmigrantes que tratan de llegar a Europa desde África.

Carla Fibla (Valencia, 1973) lleva siete años informando sobre el fenómeno de la inmigración africana a España desde la orilla sur. Hasta este mes de agosto ha sido la corresponsal de La Vanguardia en Marruecos, desde donde también ha escrito el blog Diario de Rabat para La Vanguardia.es. De su trabajo como corresponsal de la Cadena Ser nace el audiolibro Mi nombre es nadie, un trabajo conjunto con el que fuera director de informativos de la emisora en las islas Canarias Nicolàs Castellano. Mi nombre es nadie (Icaria Editorial) recupera los testimonios recogidos por ambos durante los últimos siete años para ofrecer una perspectiva nueva, más profunda y en primera persona sobre la odisea de quienes tratan de emigrar a España. Impactantes fotografías de inmigrantes desesperados llegando a las Canarias obra de Juan Medina ilustran el libro.

¿A qué hace referencia el título Mi nombre es nadie?
-Mi nombre es nadie es parte de la odisea de Homero. Es la vuelta a Ítaca después de veinte años de un viaje y unas visicitudes tremendas. Ahora los inmigrantes hacen unos trayectos que, por desgracia, les suele costar años realizar o, en ocasiones, se quedan bloqueados en países como Marrruecos justo antes de cruzar a Europa. Los inmigrantes nos relataban que salían de casa con pasaporte o con algún carnet que les identificara pero que, cuando cruzaban la primera frontera, el resto de compañeros de viaje les decían que lo mejor era que se deshicieran de los papeles. Y ellos están dispuestos a perder su identidad.

-¿Qué cuenta el libro?
-En este trabajo hemos hecho un ejercicio de recuperación de memoria, del olvido… Los medios de comunicación damos una noticia y luego nos olvidamos, nos da lo mismo. Hace unas semanas unas mujeres perdieron a sus bebés en el mar y ese caso, por ejemplo, ha quedado en el olvido. ¡Y eso ocurrió hace apenas unas semanas! Lo que hemos intentado es darles un tiempo prácticamente ilimitado a todas las historias que durante siete años hemos estado analizando, viendo y tratando desde el origen para que los propios inmigrantes nos cuenten sin intermediarios qué está pasando: las pausas, los orígenes, los lugares, lo que les rodea cuando van a emprender el viaje.

-¿Las sociedades de acogida contribuimos a que los inmigrantes que tratan de llegar a España por mar sigan sin tener identidad?
-Algunas de las fotografías de Juan Medina en el libro ilustran como tanto en Canarias como en las costas andaluzas hay cementerios donde se ha enterrado a persona que pone inmigrante número uno, inmigrante número dos… Ya no tienen identidad y se quedan ahí. También hay muchas personas caminando por nuestras ciudades en situación irregular o de clandestinidad, como se les denomina, que saben que no tienen ninguna posibilidad de volver a ser considerados una persona o tner los derechos mínimos hasta que no consigan los dichosos papeles. En el fondo, lo arriesgan todo. Pero lo arriesgan todo porque, en realidad, no tienen nada. En su país de origen se sienten muertos en vida. Ese es un sentimiento que casi ninguno de nosotros podemos llegar a saber cómo es. Yo lo he ido aprendiendo escuchándoles y creo que si escuchas los cuatro CDs del audiolibro te das cuenta de lo que significa estar muerto en vida: “no tengo absolutamente nada que perder, no hay nadie que vaya a hacer nada por mi y si quiero salir de la pobreza, del desempleo, del conflicto por el que me están persiguiendo o si quiero tener libertad tengo que salir de aquí como sea”.

-¿Hay inmigrantes que al llegar a España piensen que en realidad vivían mejor en su país de origen?
-En Marruecos el salario mínimo son 180 euros y he conocido a muchos marroquíes que me dicen que se quedarían en su país si ganaran 300 euros. ¡Una diferencia de 120 euros! Y creo que sí, que cuando llegan aquí es durísimo. El racismo que hay en cualquier país europeo es bestial y lo pasan muy mal.

-La sociedad española no se considera racista. ¿Cree que sí lo es?
-Yo creo sí somos muy racistas, muchísimo. Pero creo que el racista es el ser humano en general, no sólo los españoles. No es una cuestión de nacionalidad, el mismo racismo que he visto en España, como cuando aquel chaval pegó a una ecuatoriana en el metro de Barcelona, lo he visto en Marruecos hacia los subsaharianos. Y estoy convencida que en América latina también pasa. Me parece que es bastante innato y que hay que hacer el ejercicio de educar a la gente para que no se así, para que entienda que todos somos seres humanos y que algunos tenemos la suerte de haber nacido en un lugar y no en otro. Al final este es también el mensaje que nos dan los inmigrantes: he nacido en África, pues qué voy a hacer, intentar al menos tener una vida normal.

-Europa está adoptando medidas más restrictivas hacia los inmigrantes.
-Es gravísimo lo de la normativa que acaba de aprovar la Unión Europea, que también ha apoyado España. Dice que se pueden tener a los inmigrantes en centros de internamiento durante 18 meses cuando estos centros están siendo cada vez más como cárceles. Algunos de ellos tienen barrotes, o sea que en realidad son eso. No digo que se tengan que abrir las fronteras sin más, pero no creo en absoluto que la solución sea invertir tanto dinero exclusivamente en subir vallas, en hacer que el Frontex funcione cada vez con más países, en hacer que los inmigrantes salgan cada vez de más abajo sabiendo que entonces cada vez mueren más. Creo que la solución es el desarrollo real en origen, algo que no está haciendo ningún país de la Unión Europea.

-Afirma que no se pueden abrir las fronteras sin más, pero en el prólogo del libro desea buen viaje a quienes se embarcan hacia Europa.
-Es que creo que es imposible cerrarles la puerta. He visto a inmigrantes en la frontera de Melilla con Nador entrenándose para saltar una valla de seis metros. Los inmigrantes me decían “nosotros somos como un ejército, vamos a hacer un ataque”. Yo no había oído nada parecido. Me decían “el chaval este de 10 años es también capaz de saltar, si nos da igual, acabaremos con rasguños, perderemos una pierna por el camino, quedaremos inconscientes… nos da lo mismo. Lo vamos a intentar y lo vamos a conseguir”. Sí, nosotros les deseamos buen viaje, porque se trata de devolverles la dignidad. Si alguien me cuenta su proyecto de vida, yo le deseo buena suerte.

-Desmienten algunos prejucios sobre las pateras…
-El gobierno español reitera el tema de las mafias cada vez que hay una tragedia. Lo que está ocurriendo, tal y como cuentan los propios inmigrantes, es que se organizan ellos mismos así que, más que de mafias tendríamos que hablar de cooperativas. En Senegal, por ejemplo, se reúnen 150 personas, cada una pone dinero para el cayuco y la gasolina y salen. Algunos de ellos son pescadores, con lo cual ponen rumbo a las Canarias y llegan. En el Sáhara Occidental es una especie de red compartida: los saharauis pueden moverse por las dunas del desierto con un pick-up sin luces y llegar hasta la costa y allí les embarca un pescador marroquí, pero son familias quienes están coordinando eso.

-¿No son mafias?
-Sinceramente, yo mafias internacionales que lo estén gestionando no lo creo. Hay mucho dinero que se está moviendo, pero se están enriqueciendo familias o personas sueltas, no creo que haya una coordinación.

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